Miércoles 11 de Diciembre de 2013

DESDE EL CIELO BAJASTE PARA SER VICTORIA ETERNA

 

El 8 de diciembre, en Huelva, siempre amanece distinto. Ella, la sin pecado concebida… Ella, la pura y limpia y bendita entre las mujeres… Ella, preservada de toda culpa original por singular privilegio de Dios… Ella, la Victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte… Ella, a quien confiamos nuestra vida y por la que seguimos caminando, baja desde el cielo de su capilla cada año derramando grandezas para recibir los besos y caricias de sus hijos y volver a su morada en la noche de gracia llena.


No encontramos las palabras cuando en cualquier momento del día nuestra mirada con la tuya se cruza y, como en un sueño de oro que no quisiéramos que terminara nunca, te decimos desde lo más profundo de nuestro ser: ¡Aquí nos tienes de nuevo madre mía, rendidos a tus pies! Con un beso en tu bendita mano sellamos nuestro profundo amor en tu ser y te pedimos que nos des aliento y nos refugies en tus brazos bajo tu manto vivo. La emoción se vuelve incontenible cuando nos despedimos de tu rostro lleno de luz, de oraciones y plegarias. De la misma luz que pedimos que nos ilumine el camino hacia la gloria.

Toda llena de hermosura serena, has recibido las suplicas de un pueblo, que de nuevo postrado a tus plantas y rendido a tu bendito semblante moreno, te ha dado desde el alma y cara a cara las gracias por tener la dicha de contemplarte de nuevo tan cerca, y se ha dado cuenta en un instante que la espera ha merecido la pena.


Un año más te hemos proclamado llenos de gozo nuestra Madre Amantísima y Celestial Reina y Soberana y a ti hemos acudido porque sabemos que Tú nos escuchas y por tus hijos velas. Tú, el lucero de nuestra mañana, eres nuestra fuerza para seguir subiendo escalones en esta vida porque al final de los tiempos, Tú, serás quien nos esperas. Tú… nuestra VICTORIA ETERNA.

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            HUELVA