En esta festividad, todos estamos convocados a
renovar nuestra fe en el sacramento eucarístico, corazón de la
Iglesia, fuente y culmen de la vida cristiana. Todos estamos
invitados a adorar al Señor, a aclamarlo en nuestras calles y a
ir caracterizando nuestra vida como una existencia eucarística,
modelada por este sacramento admirable.
La Iglesia en
España celebra también en esta jornada el Día de la Caridad y
nos recuerda que la Eucaristía sin la caridad se convierte en un
culto vacío, tantas veces denunciado en la Sagrada Escritura, y
que la caridad sin la Eucaristía se convierte en mera acción
social, en pura filantropía, que antes o después termina
desvaneciéndose. Por ello, la solemnidad del Corpus Christi es
una oportunidad extraordinaria para afianzar la vinculación
entre Eucaristía y caridad, de modo que la adoración al Señor
nos lleve a descubrirlo en el hermano pobre y necesitado, y el
ejercicio de la caridad revitalice y refresque nuestras
celebraciones eucarísticas, a menudo acartonadas y rutinarias.
Pedimos al Señor
que nos conceda unas manos generosas para compartir nuestros
bienes, aún los necesarios, con nuestros hermanos necesitados.
En la Eucaristía, vivida, celebrada y adorada, encontraremos
cada día la fuerza para seguir ofreciendo a nuestros hermanos
más pobres motivos de esperanza en un futuro mejor.