15 de Agosto de 2020

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

 

Hoy celebramos la solemnidad litúrgica de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos. Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, consumado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Venerado y profesado este misterio de la fe cristiana por el pueblo fiel durante siglos, es en 1950 cuando el Papa Pío XII lo proclamó como dogma de fe.

La Asunción de la Virgen es consecuencia de su Concepción Inmaculada: por ser llena de gracia, por no haber contraído el pecado original, ni cometido a lo largo de su vida pecados personales, no estuvo sometida a la ley de la corrupción del sepulcro. Es consecuencia también de su perfecta virginidad, como nos dice San Juan Damasceno: “Era necesario que aquella que en el parto conservó intacta su virginidad, conservase también su cuerpo sin ninguna corrupción después de la muerte”. Es, por fin, consecuencia de su maternidad divina y de la unión perfecta con su Hijo, que no pudo dejar de honrar a su Madre, como haría cualquier hijo si estuviera en sus manos distinguir a aquella que le ha dado el ser. Por ello, los Padres de la Iglesia no cesan de repetir este principio: “Dios podía hacerlo, convenía que lo hiciera, luego lo hizo”. Cristo resucitado quiso que su madre siguiera su misma suerte, anticipando en ella como primicia la glorificación que a todos nos aguarda al final de los tiempos.

"Dios todopoderoso y eterno, que has tomado en la gloria del Cielo, con cuerpo y alma, a la inmaculada Virgen María, Madre de tu hijo: concédenos, por su intercesión, para que siempre nos esforcemos en ir tras las cosas celestiales y por tus méritos compartir su gloria."

Foto: Raúl R. Cabello

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